Contextos de repetición. La pérdida de la subversión de la imagen.
Juan-Ramón Barbancho
Todos somos conscientes de cómo en las últimas décadas, con el triunfo de la imagen en movimiento de la televisión a nivel casi mundial, el mensaje de las imágenes se ha ido convirtiendo cada vez en algo más burdo, menos elaborado, menos destinado al intelecto y más al consumo. La realidad es que sí está elaborado, pero precisamente para eso, para que no tenga que ser leído y sólo digerido. Es cierto que las imágenes dicen cosas, pero no refieren de sí mismas sino en cuanto subsidiarias de lo que anuncian.
Esto hace que haya perdido casi toda su importancia como semiótica de la imagen. De hecho ya casi no se puede dar esto, casi no se puede hacer un estudio socio-antropológico de la publicidad, a no ser que éste sea el de “no pienses, sólo consume”.
Habría que pensar cómo la tv y la publicidad han desarticulado discursos, incluso deseos eróticos inherentes a la observación y consumo de imágenes creadas para excitar nuestra mente ante la ilusión del deseo satisfecho. Todo el poder evocador de las imágenes ha desaparecido, también por nuestra incapacidad para leer esas imágenes, comprender e interpretar los símbolos, incluso esos tan directos, a veces, de la pornografía. Imágenes de la publicidad de ropa, perfumes o coches, que antes resultarían subversivas e incluso escandalosas ahora sólo tienen la fuerza del consumo, del capitalismo que todo lo devora. La imagen del deseo de antes es ahora la imagen de la posesión. Ahora no advertimos la seducción de una mirada, de unos labios, de un gesto que incita, ahora sólo se nos despierta el deseo de poseer aquello que anuncia, que es el mensaje real de la publicidad. Es decir no la mujer o el hombre que anuncia sino el coche anunciado… o las bragas.
De alguna manera todo esto está presente, de forma evidente o solapada, en la obra de Silvio de Gracia, especialmente en las series que presenta en esta exposición, donde juega con las imágenes, con el significado, con la evocación o la referencia a otros contextos y con la repetición.
Busca, por ejemplo, utilizar objetos comerciales como el lápiz de labios y toda su carga erótica de seducción (y con forma de pene en este caso) y su repetición con una doble intención: por una parte para poner de manifiesto el hastío de esa imagen vista una y mil veces y por otra hablar de esa “desustancialización de lo sexual por repetición y sobre-consumo”.
Visto así, este trabajo es casi como la inversa del discurso de Warhol, si en el Pop se utiliza la imagen del objeto de consumo elevándola a símbolo de la sociedad, resustancializándolo, resignificándolo, en el caso de estas obras de de Gracia parece ser justo al contrario, es la vulgarización y la desactivación del discurso del porno a fuerza de su repetición. Cierto que hay imágenes que al repetirlas su mensaje se potencia, como las de un discurso político o una lección de clase. En las imágenes del deseo es justo lo contrario, de vulgarizan y pierden su potencial por acostumbramiento. Así aparece en las obras Soneto sexual 1 y Soneto sexual 2, repetición de la misma imagen hasta que ésta, y lo subversivo que puede haber en ella, queda desactivada.
Luego hay otras obras que juegan igualmente con símbolos, pero en este caso de dimensión nacional e internacional. El Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina o el famoso Corazón de Jesús de Sao Paulo se convierten en receptores de lecturas subvertidas y subversoras al colocarles junto a ellos un nuevo elemento que resulta extraño, pero que a la vista de los procesos de la imagen y sus lecturas, especialmente en lo que llevamos del siglo XXI, no es tan raro, sólo eso, perturbador. Son obras tremendamente sugerentes, especialmente la de Buenos Aires, por lo que tienen de ironía y de apropiación de la simbología del elemento real. Y es que como el mismo autor dice “Toda mi obra gráfica se basa en la ironía, la cita, la apropiación, el reciclaje de imágenes”, algo perfectamente justificado, y argumentado, en la postmodernidad.
De la misma manera ocurre en sus obras que se acercan a lo visual del cómic, con una lectura indudablemente erótica o porno en los contenidos. Cómo se apropia de sus formas, como también lo hace del lenguaje plástico de la gráfica Pop en TeVeo caliente (Esto no es Lichtenstein), jugando con el doble sentido del título, de ese TBO que leíamos de pequeños, te veo y tbo caliente y la referencia a Lichtenstein porque intencionalmente está hecho para eso, pero, como digo, con otros diálogos.
Lo que quiero decir, a la luz de esta obra de Silvio, es que esa repetición constante de una imagen, incluso una imagen erótica, explícitamente sexual, se desactiva y pierde su sentido. Estas obras, por eso, tienen la enorme importancia de ponernos sobre aviso, alertar ante la pérdida de significado de los símbolos porque sin ellos gran parte de nuestra cultura visual desaparecería.
Juan-Ramón Barbancho
PhD en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (España). Ensayista y curador independiente.
Ha sido investigador-docente en la Universidad Central del Ecuador y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Ha escrito numerosos artículos y libros sobre arte actual.