SIN DESCANSO
[interferencia 9]
40 AÑOS/SUR: EL GOLPE Réplicas, resistencias y memorias en diálogo, Concepción, Chile, 5 de septiembre de 2013.
Fotos y video: Miguel Godoy
En Chile, una de las formas de tortura más habituales utilizada durante la dictadura pinochetista, era la parrilla. Consistía en amarrar a un detenido sobre un catre de metal para proceder a aplicarle descargas de corriente eléctrica sobre distintas partes del cuerpo, especialmente aquellas más sensibles como labios o genitales y aun sobre heridas o prótesis metálicas.
En esta interferencia, el artista permanece atado sobre un catre que está recubierto de tierra, simbolizando tanto la tortura de los cuerpos individuales como la existencia de una territorialidad traumatizada por la violencia represiva. El artista se revuelve y agita para librarse de sus ataduras, al tiempo que la tierra se va esparciendo, remitiendo a la imagen de un país que se debate sin descanso por recuperar la memoria silenciada o adormecida.
Esta acción se realizó en un espacio baldío, donde antes funcionara un centro clandestino de detención, conocido como la Casa de la música, puesto que cada vez que allí se torturaba se intentaba cubrir los gritos de las víctimas con música. De este modo, la acción no sólo replica a una grieta en la memoria, sino también a una grieta física, reafirmando que ni aún borrando los restos materiales se pueden desaparecer los hechos históricos.
[interferencia 9]
40 AÑOS/SUR: EL GOLPE Réplicas, resistencias y memorias en diálogo, Concepción, Chile, 5 de septiembre de 2013.
Fotos y video: Miguel Godoy
En Chile, una de las formas de tortura más habituales utilizada durante la dictadura pinochetista, era la parrilla. Consistía en amarrar a un detenido sobre un catre de metal para proceder a aplicarle descargas de corriente eléctrica sobre distintas partes del cuerpo, especialmente aquellas más sensibles como labios o genitales y aun sobre heridas o prótesis metálicas.
En esta interferencia, el artista permanece atado sobre un catre que está recubierto de tierra, simbolizando tanto la tortura de los cuerpos individuales como la existencia de una territorialidad traumatizada por la violencia represiva. El artista se revuelve y agita para librarse de sus ataduras, al tiempo que la tierra se va esparciendo, remitiendo a la imagen de un país que se debate sin descanso por recuperar la memoria silenciada o adormecida.
Esta acción se realizó en un espacio baldío, donde antes funcionara un centro clandestino de detención, conocido como la Casa de la música, puesto que cada vez que allí se torturaba se intentaba cubrir los gritos de las víctimas con música. De este modo, la acción no sólo replica a una grieta en la memoria, sino también a una grieta física, reafirmando que ni aún borrando los restos materiales se pueden desaparecer los hechos históricos.